domingo, 28 de julio de 2013

Imágenes para el Recuerdo...


La villa de los Realejos, vivió el miércoles –día 24 de julio de 1985- uno de los más grandes acontecimientos de toda su historia. 114 años después de que Josep Cívico y Porto, alcalde por ese entonces del Realejo Bajo, diera su conformidad para que la imagen de la virgen del Carmen fuera llevada en procesión hasta el realejo alto, la patrona del valle de la Orotava ha visitado al fin la parroquia de Santiago Apóstol, en medio de una impresionante e indescriptible manifestación de fervor popular como no se recuerda en esta villa norteña. Miles de personas aglomeradas en los alrededores aclamaban sin cesar a la santísima peregrina, mientras lentamente posesionaba, surcando un inmenso mar de gentes, hacia el interior de aquella vieja parroquia histórica- la de Santiago- que llevaba más de cien años esperando la visita de la reina de los mares y en ese momento todos los Realejeros quedaron unidos a través de una inmensa devoción profesada a la virgen.
Después de una solemne y multitudinaria misa que presidió el canónigo Leopoldo morales armas, la virgen del Carmen salió majestuosamente de su santuario, e inició la histórica procesión acompañada de la hermandad, la cofradía, la banda “la filarmónica” y un cada vez más caudaloso río de fieles. Eran las ocho en punto de la tarde.
La imagen fue despedida de San Agustín con una suelta de una nube de palomas, que, por segundos apenas, a todos los ojos hizo mirar hacia el cielo. La virgen dio sus primeros pasos y se detuvo de nuevo para oír los hermosos cantos que desde un balcón le ofrecían. Y sobre veinte hombros, comenzó a subir las calles empinadas que unen los dos Realejos, bajo el repique cada vez más resistente de la pólvora que iba salpicando de ruidos la tarde-noche Realejera.
A la altura del lugar conocido como Las Cañitas, límite de la jurisdicción de las dos parroquias de la Villa, la virgen fue recibida por el clero parroquial de Santiago Apóstol, entre el apoteósico fervor jubiloso de la multitud que gritaba piropos y salves a la Patrona del Valle. La gente casi se disputaba el privilegio de portar en sus hombros la santísima imagen, aunque solo fuera unos metros. El repicar de las campanas aumentaba todavía más delirio popular, trocado por momentos en sonoras salvas de aplausos de fervor.
Después de dos horas, sobre las diez de la noche, la virgen del Carmen, llegó a la plaza de Viera y Clavijo, donde una ingente muchedumbre la aguardaba. Casi no podía avanzar entre aquella masa de fieles que no paraba de aplaudirla, cantarla, gritarla, piropearla, llorarle…amarla. Al cruzar el umbral de la parroquia de Santiago Apóstol, una impresionante ovación llenó  la noche. El cura párroco, Antonio Hernández Oliva, devorado por la emoción de tan indescriptible momento, dio la bienvenida a la virgen y la colocó en el altar mayor. El pueblo entonces desde dentro y fuera del templo, siguió gritando y aplaudiendo.


EL DÍA, 26 de julio de 1985.